LO QUE VI EN DINAMARCA / WHAT I SAW IN DENMARK
This is what I recently heard on a trip to Denmark / Esto es lo que escuché en un reciente viaje a Dinamarca.
LO QUE VI EN DINAMARCA
Marzo 7, 2025
COPENHAGUE, Dinamarca - Las calles de la capital danesa estaban, como siempre, llenas de disciplinados ciclistas que paraban en cada señal de tráfico y que enfrentaban estoicamente el viento invernal con gorros, guantes y una cara de aquí no pasa nada. Pero bastaba con rascarle un poquito para darse cuenta de que aquí sí pasa algo. Hay una creciente resistencia al nuevo presidente Donald Trump y a su peregrina idea de quitarle a Dinamarca el territorio semiautónomo de Groenlandia.
“¿Qué diablos le pasa a Estados Unidos?” casi me gritó un taxista cuando se enteró que yo venía de ahí. “Lo que está pasando es una locura. Y apenas lleva un mes en la presidencia”.
Unos días antes Trump se había peleado en la oficina oval de la Casa Blanca con Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano que valientemente ha peleado contra la invasión rusa durante tres años. Trump, ante los ojos del mundo, se ponía del lado del dictador Vladimir Putin. Algo se había roto. La OTAN, luego de décadas, ya no podía contar con el apoyo de Estados Unidos a las democracias europeas.
En la calle, las conversaciones aterrizaban en cosas más sencillas. Me encontré con un par de jóvenes estadounidenses que, desconcertados, fueron rechazados por un grupo de chicas danesas solo por venir de Estados Unidos. (O por lo menos, eso les dijeron.) En los muros de la comunidad independiente de la Ciudad Libre de Christiania no sorprendían los mensajes contra las tropas de Estados Unidos. Más allá de las cancelaciones para viajes de estudio o de turismo, lo grave está en la sensación de que el gobierno estadounidense está dejando de ser un aliado de confianza. Y no solo eso, sino que, además, les quiere quitar un pedazo de su territorio.
Dinamarca tiene una larga y heroica historia de resistencia ante los autoritarios. En una de las orillas de Copenhague, bordeando un mar congelante, se encuentra el Museo de la Resistencia Danesa. Es un museo que, literalmente, se entierra. Sus exhibiciones están bajo tierra y hay que descender varias escaleras para conocer esos recovecos del dolor.
Dinamarca sufrió la ocupación nazi de 1940 a 1945. Al principio, una parte de la clase dirigente pensó que la mejor manera de lidiar con un ejército más poderoso era una política de “acomodo” ante los alemanes. Pero no pasó mucho tiempo para que los daneses se dieran cuenta de que eso no aminoraba la violencia y los abusos y que, por el contrario, envalentonaba al enemigo. Así, poco a poco, surgió un movimiento de “resistencia”. Primero, como siempre, con la palabra; en posters de propaganda y en panfletos de periodismo independiente repartidos en las calles y pegados en las paredes. Y luego con acciones de sabotaje contra la ocupación nazi.
La historia le dio la razón a la resistencia danesa. En uno de los textos de las paredes del museo, bajo el título “De Regreso a la Normalidad” se puede leer: “La existencia de la Resistencia es una victoria moral. Desde la guerra, Dinamarca ha tenido la cabeza en alto debido a que algunos daneses tomaron una decisión, la decisión de resistir”.
Siguiendo esa vieja tradición, el ministro de defensa de Dinamarca, Troels Lund Poulsen, respondió así a los planes de Trump de tomarse Groenlandia: “Eso no va a ocurrir”. Trump insistió, durante un discurso ante el congreso, que Groenlandia, “de una forma u otra, la vamos a conseguir”.
Pero en Groenlandia, las palabras de Trump sólo han alimentado un creciente movimiento independentista. “Groenlandia es nuestro”, dijo Mute Egede, el primer ministro groenlandés. Y fue muy claro. “No queremos ser americanos, ni daneses, somos groenlandeses. Los americanos y sus líderes deben entender eso. No estamos a la venta y no nos pueden tomar. Nuestro futuro será decidido solo por nosotros en Groenlandia.”
Es difícil comprender que después de un siglo de revoluciones para terminar con el dominio de los fuertes, los reyes y los autoritarios, y de promover la idea de la democracia en todo el planeta, de pronto, otra vez, estemos hablando de la voluntad de una sola persona. Pero la historia nos sirve también para entender que la resistencia a esas imposiciones es fundamental y que no se debe dejar para después.
Así vemos señales de resistencia por todos lados: Dinamarca y Groenlandia diciéndole a Trump en su cara que no están a la venta; espectadores canadienses abucheando el himno nacional de Estados Unidos y apoyando a su primer ministro cuando dice que es “tonto” imponer tarifas a su país; congresistas en Washington vestidas de rosa durante el pasado discurso de Trump y con pancartas que decían FALSO; manifestaciones en las calles de Los Ángeles en favor de los inmigrantes indocumentados; gente regresando sus autos Tesla, una empresa del asesor presidencial Elon Musk; la silenciosa indignación de los venezolanos que votaron por Trump y a quienes, luego, les quitaron protección migratoria; y todos esos gestos pequeños que van sumando hasta crear una masa crítica.
Esta es, sin duda, una era marcada por Trump. Pero esto no significa que va a ganar. El resultado final depende de lo que intente Trump y de lo que le permite la resistencia. Dinamarca, un país de solo seis millones, sabe cómo hacerlo.
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ENGLISH VERSION
WHAT I SAW IN DENMARK
March 7, 2025
COPENHAGEN, Denmark – The streets of the Danish capital were, as always, jammed with disciplined cyclists who stopped at every traffic signal and stoically pedaled through the winter wind with hats, gloves and faces that said, nothing new here. But you just had to scratch a little to realize there is something new. There is a growing resistance to President Donald Trump and his fanciful idea of seizing Denmark's semi autonomous territory of Greenland.
“What the devil is happening to the United States?” a taxi driver all but shouted at me when he learned I live there. “What is happening is crazy. And he's only been a month in the presidency.”
A few days earlier, Trump had fought in the Oval Office with Ukrainian President Volodymyr Zelensky, who has valiantly fought the Russian invasion for three years. Trump, in front of the world, took the side of dictator Vladimir Putin. Something had broken. NATO, after decades, could not longer count on US support for European democracies.
On the street, the issue was simpler. I met a couple of young Americans surprised they had been rejected by some Danish girls just because they came from the United States. Or at least that's what they said. Walls in the independent community of Christiania were covered in messages against US troops. Beyond the canceled visits for tourism or study, the worst thing is the sensation that the US government is turning away from being a trusted ally. And not just that. Trump wants to take away a chunk of Denmark's territory.
Denmark has a long and heroic history of resistance to authoritarians. On a Copenhagen shore, bordering a freezing sea, is the Museum of Danish Resistance. It is a museum that is literally buried. Its exhibits are underground, and you must go down several stairs to experience the pain.
Denmark suffered under Nazi occupation from 1940 to 1945. At first, part of the ruling class believed the best way to deal with a much more powerful army was a policy of “accommodation” with the Germans. But it wasn't long before the Danes realized that approach did not lessen the violence and abuses, and on the contrary only emboldened the enemy. Little by little, the resistance movement grew. Initially, as always, with words, propaganda posters and reports from independent journalists handed out on the streets and posted on walls. And later with acts of sabotage against the Nazi occupation.
History showed the Danish resistance was right. One of the texts displayed in the museum, titled, “Return to Normalcy,” says, “The existence of the Resistance is a moral victory. Since the war, Denmark has held its head high because some Danes made the decision, the decision to resist.” Following in that tradition, the Danish minister of defense, Troels Lund Poulsen, replied in this way to Trump's plans to seize Greenland: “It's not going to happen.” Trump insisted during his State of the Union address that the United States will get Greenland, “one way or another.”
But in Greenland, Trump's words have fueled a growing pro-independence movement. “Greenland is ours,” said the territory's prime minister, Mute Egede. He was very clear. “We don't want to be Americans or Danes. We are Greenlanders. The Americans and their leaders must understand this. We're not for sale and you cannot take us. Our future will be decided only by the people of Greenland.”
It is difficult to understand that after a century of revolutions to end the rule of the strong, the kings and the authoritarians, and promoting the idea of democracy across the world, we are suddenly again talking about the rule of one man. But history also helps us to understand that resistance is fundamental and must not be left for later.
And so we see signs of resistance everywhere. Denmark and Greenland telling Trump to his face that they are not for sale. Canadian hockey fans booing the US national anthem and supporting their prime minister when he says it is “foolish” to impose tariffs on his country. Congresswomen wearing pink and holding up signs saying “FALSE” during the recent speech; street demonstrations in Los Angeles in favor of undocumented migrants; owners getting rid of their Tesla vehicles, manufactured by a company owned by presidential adviser Elon Musk; the silent indignation of Venezuelans who voted for Trump, who then ended TPS protection for undocumented Venezuelans; and all those little gestures, like actor Richard Gere's decision to move to Spain, that are adding up and heading toward critical mass.
This is an era undoubtedly marked by Trump. But that doesn't mean he's going to win. The end result will depend on what Trumps tries to do and what the resistance allows him to do. Denmark, a country of only six million people, knows how to do it
Impecable como siempre! Desde acá una venezolana de padres chilenos y ahora en Norteamérica, creo que se sobre la resistencia.
Remember it was the “average” folks who ran the Resistances in Europe — and they helped to beat the fascists and their oligarchs.